Carlos*






Me despedí de sus ojos bondadosos



y de su cálida, su triste sonrisa

la ultima vez que lo besé en la mejilla,

cuando aún anidaba en él una chispa de vida.

Era un buen hombre

¿Y solo eso?

Nadie puede decir algo mejor de hombre alguno.

Allí, en esa caja oblonga está solo un cuerpo frío.

Su presencia, su mismísimo ser estará por un tiempo en nosotros,

como una grata, una dulce memoria.

Quiero recordarlo cuando hablaba fuerte y claro.

Cuando con los ojos cargados de una emoción

subyugante refería anécdotas que todos sabíamos exageradas.

Anécdotas bufas, anécdotas estrafalarias.

Quiero recordarlo cuando hablaba fuerte y claro.

Como esos padres que ostensiblemente vuelan

gritando lejos del nido y así protegen lo mas tierno que tienen

en su frágil vida pajaril.

Así, haciendo ruido, apalancado por su aire fanfarrón

desviaba las miradas, ocultaba su generosidad,

siempre silenciosa, humilde y desinteresada.

Quiero recordarlo como fue en sus mejores tiempos,

cuando aún sus ojos no estaban anegados de una asidua tristeza.

Existe en el fondo mas recóndito y oculto de nuestros corazones,

una bóveda de secretos atesorados y a veces, luminosos.

Allí, en ese espacio quiero retenerlo aún hasta mi propia muerte,

tal y como si fuera un cometa gravitando

en esta, mi profundidad de microcosmos.


 Néstor Telis


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