Estaba preparado.
Años sabiendo, que llegaría el tiempo en que Ángela
ya no compartiría mis días.
Ella no estaría para hablarme.
Estaría ausente.
Ya no me obsequiaría con su brillo.
Ya no me haría reír con su exquisita inocencia.
El tiempo, tigre irreductible.
El tiempo, garra magnifica, terrible colmillo,
disipo su cuerpo, dócil al dolor y quebradizo.
Y así como el otoño llega: torbellino aullante
que desprende las hojas yertas.
Así de fácil, así de golpe, la muerte me dejó sin ella.
Néstor Telis
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